Un triste espectáculo desarrolla la capital durante estos días:
Cuando Pablo Neruda, hijo de obrero ferroviario, obtuvo el Premio Nobel de Literatura, Santiago entero fue una fiesta en la que fue repartido, gratuitamente entre los vecinos, un millón de ejemplares de Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada. Hoy, al contrario, no sólo no hay incentivo a la lectura, sino que ésta es explícitamente castigada, introduciendo un insólito impuesto al libro, que se convierte en vergüenza a nivel mundial y que es uno de los factores que incide con mayor fuerza en la marginal aproximación de los chilenos al libro, al punto que leemos nueve veces menos que un argentino. Otro elemento agravante es la total ausencia de industria editorial estatal y el resultado es que, por una parte, se encarece el proceso productivo del libro y, por otra, sólo se publica aquello que resulta rentable desde el punto de vista económico, no desde la perspectiva cultural.
En el pasado, Chile conoció las letras de Máximo Gorki o de Herman Hesse en tirajes de 70 mil ejemplares, a un precio simbólico o gratuitamente en las bibliotecas. Hoy, sin embargo, obras clásicas y contemporáneas quedan fuera del alcance ciudadano porque, además de la trasnacionalización del negocio editorial, los colegios han subordinado sus pautas de lectura al pacto contractual que hayan alcanzado con empresas distribuidoras. En la actualidad, en efecto, según datos de Naciones Unidas, la capacidad de comprensión de textos de un gerente general de una empresa chilena es inferior a la de un obrero alemán no especializado, entre otras cosas porque acá se busca impedir la existencia de sujetos críticos, capaces de transformar la realidad.
Las contradicciones generadas a partir de ese escenario son increíbles. Chile no tiene industria nacional del libro, pero se da el lujo de exportar papel. Los empresarios de las editoriales que nos visitan se jactan de haber diversificado el número de títulos disponibles en el mercado, pero lo que no dicen es que sólo el 10% de mayores ingresos puede acceder a ellos. Chile tiene miles de egresados de literatura, pedagogía en castellano y periodismo, pero la redacción que exhiben, en su lengua nativa, es paupérrima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario