martes, 21 de febrero de 2012

CIEN AÑOS

La clase trabajadora ha emprendido su propia fiesta. Comienza, desde todos los rincones del país, la celebración de una lucha que este año se hace centenaria, porque la impronta fundadora de Luis Emilio Recabarren fue certera: el pueblo debía defender los derechos de las mujeres y hombres de cuyo esfuerzo nace cada día la historia; el pueblo tenía que arrojar a las calles sus propias reivindicaciones; el pueblo era el llamado a inaugurar el combate por la vida digna y era, entonces, igual que hoy, el convocado a izar hasta el cielo la roja bandera en que flamean sus sueños.

Había, pues, que organizarse, empuñar un grito de unidad libertadora cuya plataforma disputase la costa y la cordillera al terrateniente, al explotador, al depredador de horizontes; había que echar a andar esa larga jornada transformadora que ahora hacen suya los jóvenes y que abre los surcos por donde marcha esta tierra obrera.

Cien años a partir del 4 de junio de 1912. Cien años abrazando la aurora antes que el sol para proclamar en cada esquina de Chile la voz de los pobres, desde El Despertar de los Trabajadores hasta El Siglo en que un Nuevo Mundo hace oír el radio radiante de los creadores. Se llamó primero Partido Obrero Socialista y, una década después, Partido Comunista. Y se llama también con otros nombres: Elías Lafferte, Ricardo Fonseca, Julieta Campusano, Pablo Neruda, Nicomedes Guzmán, Carlos Contreras Labarca, Óscar Castro, Francisco Coloane, Juvencio Valle, Galo González, Ramona Parra, Blanca Hauser, Alejandro Lipschutz, Hernán Ramírez Necochea, Luis Figueroa, Luis Enrique Délano, Américo Zorrilla, Luis Corvalán, Violeta Parra, Víctor Jara, Enrique Kirberg, Orlando Millas, Sola Sierra, Gladys Marín, Isidora Aguirre, Jorge Teillier, Patricio Bunster, José Miguel Varas y tantos más. Se llama cobre, salitre, carbón, sindicato, movimiento estudiantil, pueblo originario, junta de vecinos, canción, muralismo, olla común, huelga, vivienda, salud, escuela rural, bosque nativo, río, volcán y llano. Se llama Unidad Popular, cuaderno, resistencia, centro cultural, centro comunitario, mar, exilio, retorno, verso, campamento, Reforma Universitaria y plaza pública. Se llama infancia, pampa, hospital, artesano, Alameda, humanidad, camisa amaranto, puerto, justicia, barricada, revolución y compañera.

Se llamará como tú y tus hermanos. Nos llamará cada día, de nuevo, en este nacimiento de sus próximos cien años, a un desfile donde ideas y manos construyan e imaginen la irrenunciable ruta del pueblo.

DAVID HEVIA

EL DESPETAR DE CHILE

El despertar que vivió Chile en el 2011 vino para quedarse. Ese carnaval de juventud que maravilló a todos, pequeños y grandes, y de las más multicolores formas. Ese soplo de lo nuevo, pero que trae su mochila de experiencias y vivencias, su historia, al fin y al cabo, pues los pueblos que quieren lograr sus anhelos de una vida mejor, justa, digna, no pueden olvidarla. Y con convicción decimos vino para quedarse, pues, como lo manifestó una de sus figuras más visibles, la joven comunista y líder estudiantil Camila Vallejos, en una entrevista al diario español El País, “la generación nuestra no tiene los traumas de la generación que vivió el horror de la dictadura”. Son traumas que quizás como país no queríamos asumir. Incluso hay sectores que hasta hace poco no reconocían los flagrantes atropellos a los derechos humanos que fueron una sistemática política de terrorismo de Estado por parte de la dictadura militar. Podrán intentar cambiar la terminología en los libros de historia, blanquear sus atropellos manchados de sangre y barbarie, pero nuestros jóvenes, de edad y espíritu, sabemos distinguir, como cantara Violeta a los estudiantes: “no aceptan que les digan que es harina cuando saben que es afrecho”. Pero lo terrible es que esa violación a los derechos humanos, que no sólo es la represión más brutal, también incluye hoy la violación a derechos humanos como el derecho a la educación, a la salud, a una vejez digna, al trabajo, a un medio ambiente libre de contaminación, a la vivienda, en fin, todo lo que constituye una vida digna. En estos casi dos años de administración de Piñera junto a su coalición de derecha, ha quedado constatado que su nueva forma de gobernar no era sino la de preservar todo lo nefasto que instauró la dictadura, y que 20 años de transición administrados por la Concertación habían dejado intacto o profundizado. El despertar del país liderado por jóvenes dejó eso en evidencia. Exigen participación, pero no en los cánones hasta ahora establecidos. Exigen ser parte de la construcción de una Patria para Todos, pero no dándole un cheque en blanco a una clase política que no ha dado muestras de escuchar al pueblo. Es ahí donde queremos hacer nuestra invitación. Los comunistas chilenos hemos transitado por los derroteros de nuestro pueblo por 100 años. Hemos estado en todas las alianzas que buscaron el progreso para los más desposeídos. En el Frente Popular que llevo a Pedro Aguirre Cerda a la Presidencia de la Nación y mediante la creación de la CORFO impulsó la industrialización del país bajo el lema “gobernar es educar”. Fuimos orgullosamente junto a otros partidos de izquierda parte de la Unidad Popular, que nacionalizó el cobre, para que la riqueza nos perteneciera a todos, o que le garantizó medio litro de leche diario a cada niño o niña de Chile, además de salas cunas, lugares de veraneo popular, fomento real de la cultura y el deporte. Así también los comunistas chilenos fuimos acérrimos opositores a la dictadura desde el primer día, siempre buscando la unidad de todos los que se oponían al fascismo. En esa heroica lucha siempre dimos lo mejor de nosotros, pagando con sangre de muchos mártires el ser opositores y validando el derecho que tienen los pueblos de oponerse a las tiranías. ¿Qué pueden decir, en cambio, los que mandan a apalear estudiantes, mujeres mapuches, pobladores o trabajadores? Primero, a corregir lo que se ha hecho mal. Una de esas cosas, es que por los 20 años de transición las decisiones se tomaron entre cuatro paredes. Fue la Concertación la que desmovilizó ese enorme capital que era el pueblo movilizado que había votado NO en el plebiscito de 1988. Fue ella la que pregonó la doctrina de “en la medida de lo posible”, para buscar la política de los consensos entre dos bloques que, producto del binominal, se repartían la participación en el Congreso dejando fuera al principal protagonista, el pueblo. La izquierda no carga con esa mochila de descrédito. La exigencia de participación e inclusión en la toma de decisiones, así como cambios estructurales (nueva Constitución, fin al binominal, renacionalización del cobre y otras riquezas, reforma tributaria, educación pública, gratuita y de calidad, descentralización real, y tantas otras sentidas demandas), requiere de grandeza y respeto por todos los que se sienten convocados, y sobre todo requiere de la inclusión de todos los actores sociales y/o movimientos que avanzan con esas propuestas. Los jóvenes han despertado a la patria, es hora de que nos sumemos todos los que también creemos en un mundo mejor y ahí, por cierto, estaremos los comunistas.