Durante los últimos días, la
sociedad chilena ha sido testigo de cómo las autoridades, que velan por los
intereses de los dueños del país, se han burlado una y otra vez de los más
humildes, de los que viven de su propio esfuerzo y no de las rentas. Lo
hicieron, primero, aprobando un vergonzoso salario mínimo, que, como saben los
economistas de todo el espectro, sólo cubre la mitad de la canasta de un hogar
de 4 personas. Luego, afirmaron que la pobreza se había reducido en 7 décimas,
y a la hora de explicar la supuesta “receta” para ello, señalaron que ello se
debía a la creación de 700 mil nuevos empleos en los últimos dos años. Y eso es
falso, porque no basta con tener empleo para dejar de ser pobre. Sin embargo,
el cálculo oficial encubre un escándalo mayor que es necesario dar a conocer.
¿Sabe usted quiénes han accedido a esas nuevas plazas laborales? ¿Las personas
de 25 a
34 años? No; ellas apenas representan un aumento de 1,5% del total de la fuerza
laboral del país desde 2010 hasta 2012. ¿Las personas de 35 a 44 años? Tampoco; ellas
apenas tienen una incidencia de 3% en el alza de la fuerza laboral en el mismo
período. ¿Y entonces? ¿Los adultos de 45 a 54 años? Ni siquiera ellos explicarían el
fenómeno, pues su impacto en el incremento global asciende a 15,3%. ¿Dónde
está, entonces, la base de la fuerza laboral que habría servido a las
autoridades para mostrar una “mejoría” decimal en materia de pobreza? La
respuesta la da el Instituto Nacional de Estadísticas (INE): es la
incorporación de mano de obra de mayores de 65 años la que se disparó por sobre
los demás segmentos, entre 2010 y 2012, elevándose en 29,2%.
En otras palabras, el
optimismo decimal del gobierno descansa en un proceso creciente de explotación
de los abuelos, que ahora deben olvidarse de la jubilación como instrumento de
sobrevivencia de la tercera edad, al mismo tiempo que el sistema económico está
pagando 25% menos a las mujeres por cumplir igual trabajo asignado a hombres. Se
trata, en ambos casos, de mecanismos brutales de abaratamiento de la mano de
obra, cuyo horror desliza el verdadero truco que encierra el cálculo de la
miseria en el país: no se está midiendo pobreza, sino ingreso por hogar, por lo
que la “solución” para el sistema capitalista es sencilla… se sigue bajando históricamente
el salario y, como la gente debe vivir, se obliga a elevar el número de
trabajadores por hogar, lo que, como es evidente, encubre la tendencia
decreciente de los sueldos y su capacidad de pago para dar cobertura a una
canasta básica. Son las profundas injusticias de una economía diseñada para
interés de unos pocos, que siguen enriqueciéndose mientras las utilidades
generadas con los fondos de pensiones son reinvertidos por capital transnacional.
Ante ese escenario, los
trabajadores debemos levantar una voz de unidad que articule una respuesta
categórica y coherente, que recoja programáticamente las demandas del mundo
social y eche a andar un movimiento ciudadano concebido con arraigo popular. En
ese sentido, la Central Unitaria
de Trabajadores (CUT) debe renovar su conducción y salir fortalecida de sus
próximas elecciones, convirtiéndolas en experiencia y oportunidad aglutinadora.
Por esa senda transita el esfuerzo que despliega ya la lista que encabeza la
destacada dirigenta del Colegio de Profesores, Bárbara Figueroa, cuya opción,
impulsada por el Partido Comunista, sin duda alguna dará a la lucha de este
período la impronta tenaz de una mujer consecuente, de una educadora que, como trabajadora,
despliega ya las banderas de cambio en la CUT para dar una lección de dignidad en pos de
las más altas conquistas que ha de convertir en derechos nuestra sociedad.