El pasado domingo 13 de noviembre, mientras los residentes de diversas zonas de
La insólita situación, resuelta por la firma privada simplemente porque no se verificó el corte, implicó el despilfarro de 2 mil litros de agua, es decir, prácticamente la cantidad que se necesita para regar el árbol de un parque durante dos años consecutivos. Razonablemente indignado, un transeúnte alertó de la situación a una radioemisora cuya página en Internet divulgó las imágenes de lo ocurrido.
Una mezcla de sorpresa e indignación fue lo que sentimos los santiaguinos respecto de cómo se desperdiciaba el líquido vital cuyo cobro en las boletas mensuales golpea con dureza el presupuesto de los hogares más humildes de la comuna. Sin embargo, de la misma irracionalidad somos víctimas todos los chilenos desde hace décadas, cuando, en el marco de un despilfarro de proporciones históricas, se puso término a la propiedad pública sobre la producción de cobre, el mayor de nuestros recursos, regalando a las trasnacionales las multimillonarias utilidades que antaño, en manos de la ciudadanía, aseguraban a ésta una calidad de vida digna, con educación pública, salud gratuita y subsidio real para la vivienda. El neoliberalismo operó sistemáticamente para reducir a CODELCO a tan mínima expresión, que ahora hasta el derechista gobierno de Sebastián Piñera intenta frenar esta profunda pérdida de soberanía en los tribunales.
Agua y cobre…ambos lamentables hechos tienen un denominador común: la privatización de áreas estratégicas de la economía. Puesto que esto último fue posible a través de normas constitucionales que redujeron el Estado a su mínima expresión, y los ciudadanos somos víctimas de lo así obrado sin que se tomase en cuenta nuestro parecer, entonces el único rumbo legítimo para revertir la situación es convocar a un plebiscito, como el que acertadamente exigen los estudiantes y los trabajadores, para darle al país una Carta Fundamental inspirada en la justicia y en la dignidad.
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